En el corazón de la vieja Hispania existió un poder que no se fundaba en la guerra, sino en el entendimiento. Mientras Roma levantaba su cruz sobre los reinos del norte, un soberano cristiano y un príncipe musulmán imaginaron un pacto distinto: una frontera que no separara, sino que uniera.
Aquel proyecto, sellado entre el emperador Alfonso VII y Zafadola, último heredero de los reinos andalusíes del valle del Ebro, representó un ideal de equilibrio político y religioso que desafiaba los designios pontificios. Fue un tiempo breve, pero luminoso, en el que la autoridad civil quiso imponerse a la guerra santa y la diplomacia buscó sustituir a la espada.
Esta novela evoca ese instante suspendido entre la razón y la fe, entre la historia y el mito. Con rigor histórico y mirada literaria, explora la vida de quienes creyeron posible otra idea de Hispania: un espacio común donde la diversidad no era amenaza, sino principio de concordia.
Olvidado por los cronistas y diluido en los relatos de la Reconquista, aquel sueño dejó sin embargo una huella indeleble: la certeza de que hubo, alguna vez, un poder que quiso ser puente antes que cruzada, y un destino que pudo ser distinto del que heredamos.